El acceso a la playa es plano y sin complicaciones. Una vez salimos del abrigo de la cala podremos contemplar a babor la inmensa mole de Es Vedrà, cuya cima ya se adivinaba desde el comienzo de la navegación. En unas pocas paladas estaremos ya frente a Cala Truja, un entrante rocoso que alberga una minúscula caleta con una caseta varadero. Todo el litoral adyacente está compuesto por acantilados rocosos de mediana altura, en los que predominan los tonos terrosos y rojizos.
Seguiremos navegando y podremos observar que, una vez pasada la cala, la línea de costa se va elevando de forma importante, mostrando unos tonos más arcillosos. De hecho, el punto hacia el que nos dirigimos se llama Cap Blanc por dicho motivo. Al doblarlo, en sus proximidades nos encontraremos una zona de escollos, por lo que iremos con precaución si el estado del mar así lo aconseja. Continuando de cerca la línea de costa, y a los pies de una explanada muy cotizada como mirador a Es Vedrà, podemos descansar si lo deseamos en una playa de piedras, el racó des Mataret.
Seguiremos navegando y podremos observar que, una vez pasada la cala, la línea de costa se va elevando de forma importante, mostrando unos tonos más arcillosos. De hecho, el punto hacia el que nos dirigimos se llama Cap Blanc por dicho motivo. Al doblarlo, en sus proximidades nos encontraremos una zona de escollos, por lo que iremos con precaución si el estado del mar así lo aconseja. Continuando de cerca la línea de costa, y a los pies de una explanada muy cotizada como mirador a Es Vedrà, podemos descansar si lo deseamos en una playa de piedras, el racó des Mataret.
El brazo de costa que tendremos por delante finaliza en el Cap Jueu o Punta de la Oliva, en cuya cima se halla la torre vigía de Es Savinar, una de las muchas que pueblan la costa ibicenca y que advertían de la llegada de posibles embarcaciones hostiles.
Navegaremos entonces bajo impresionantes paredes de piedra que nos ocultan nuestro destino final, Sa Pedrera. Al doblar el Cap Jueu la costa sigue siendo igual de impresionante, con algún escollo notable emergiendo del mar y con riscos y laderas muy escarpadas. Una de ellas nos llamará la atención porque contiene un arenal a media altura. A sus pies, a nivel de mar, podremos empezar a divisar formas curiosas y muy geométricas que nos indican que hemos llegado a Sa Pedrera, o Atlantis. El lugar de donde se extrajeron los bloques de marés con los que se construyeron las murallas de Ibiza.
El rincón es muy popular pero su exigente acceso a pie limita las visitas. Esconde un par de piscinas formadas por los cortes simétricos de la explotación que se han llenado por el agua de las olas. Podremos observar piedras talladas con perfiles humanos y multitud de inscripciones. Un sitio lleno de mística. Para la vuelta lo ideal es cuadrar el timing para coincidir con el atardecer y poder contemplar la puesta de sol con Es Vedrà y Es Vedranell como telón de fondo.